Saturday, November 13, 2010

Lo que entiendo, Salvador Pliego


Ensortijados como una red amplia de soles y corales,
anidan ahí, en la inmensidad, tus ojos desvestidos y profundos.
Entras a mi corazón y no sé cuánto es que te quiero.
Pero sales cual siseo: vasta e infinita.
¡Ah! … Dilatado en ti, me pronuncio:
Mi alma, perdida como un pájaro, busca y encuentra en ti
lo que el horizonte oscureciendo,
lo que la tarde pinta para encubrirse con la noche…
¡Y no sé cuánto es que te quiero!
Habito en tu corazón y habitas tú el mío.
Busca mi alma el consuelo y me enredo y al amor lo quiero.
Y tu boca se abre y vuelve a mis veneros.
Como las rutas que partieron, parto a ti
y ahí te encuentro, y luego arraigas el amor
y sé que a ti te quiero.
Mi corazón se arrulla y alza el vuelo y se protege desde el cielo,
y en la navegación distante, estibo y me anclo en tu pecho.
Y las bocas se abren cuando se abre el viento.
Y los labios silban degollando al tiempo.
¡Yo sé que a ti te quiero!
Cohabito entre los aires para amarte en tus linderos.
Pizco y luego entierro los secretos de tus ojos
y los dejo describiendo y murmurando tus deseos.
Si el mar al mar buscara… serías su consuelo.
Y te amo sin medida.
¡Y ni así sé cuánto más te quiero!
Basta saberme tuyo, y eso entiendo.
El mar abre tus ojos. La noche aluza y canta.
Allá, a lo lejos, la sal derrama el agua y baila.
Y es todo lo que entiendo.
Te amo sin medida.
¡Y es todo lo que entiendo!
El mar me abraza y calla,
y vuelvo a tus secretos y exclamo que te quiero.
El sol tus ojos dulces los mira y encandila.
La mar salpica un beso y lo entierra mar adentro.
Acá la melodía. Allá la lozanía.
Recitan las campanas. Corean sube y bajas.
Replican las montañas verdores en la orilla.
Y tú, entre las olas, te vuelves sinfonía.
¡Y es todo lo que entiendo!

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