Monday, April 23, 2012

Cuando estuve en el mar era marino

Cuando estuve en el mar era marino
este dolor sin prisas.
Dame ahora tu boca:
me la quiero comer con tu sonrisa.

Cuando estuve en el cielo era celeste
este dolor urgente.
Dame ahora tu alma:
quiero clavarle el diente.

No me des nada, amor, no me des nada:
yo te tomo en el viento,
te tomo del arroyo de la sombra,
del giro de la luz y del silencio,

de la piel de las cosas
y de la sangre con que subo al tiempo.
Tú eres un surtidor aunque no quieras
y yo soy el sediento.

No me hables, si quieres, no me toques,
no me conozcas más, yo ya no existo.
Yo soy sólo la vida que te acosa
y tú eres la muerte que resisto.


Jaime Sabines

Monday, April 16, 2012

No es nada de tu cuerpo..., Jaime Sabines


No es nada de tu cuerpo
ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,
ni ese lugar secreto que los dos conocemos,
fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.
No es tu boca  -tu boca
que es igual que tu sexo-,
ni la reunión exacta de tus pechos,
ni tu espalda dulcísima y suave,
ni tu ombligo en que bebo.
Ni son tus muslos duros como el día,
ni tus rodillas de marfil al fuego,
ni tus pies diminutos y sangrantes,
ni tu olor, ni tu pelo.
No es tu mirada -¿qué es una mirada?-
triste luz descarriada, paz sin dueño,
ni el álbum de tu oído, ni tus voces,
ni las ojeras que te deja el sueño.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
flecha de avispas en el aire ciego,
ni la humedad caliente de tu asfixia
que sostiene tu beso.
No es nada de tu cuerpo,
ni una brizna, ni un pétalo,
ni una gota, ni un grano, ni un momento.
Es sólo este lugar donde estuviste,
estos mis brazos tercos.

Saturday, April 14, 2012

La noche y tu mirada, Salvador Pliego



Perenne, eterna, inquieta,
como libélula diamantina,
como estero entre los brazos y en la mano.
Eres el centelleo de la noche,
la frágil luna inamovible,
el destello acumulado,
la rotunda mirada de los astros.
En ti recorren los vientos su gemido.
En ti se apagan los dolidos ruidos,
se vuelcan uno a uno hasta quedar silentes.
¡Ah!, la noche misma en tu mirada,
en tu pupila abierta hacia la vida.
Y la obscura cúpula del orbe
mirándote a la cara,
como yo te miro, allá en la lejanía.

Thursday, April 12, 2012

Murmura el mar, Salvador Pliego

Murmura el mar…
Eco y resonancia de una gota cristalina.
Murmura el mar…
Y me hinco entonces en su arena.
¿Me entiendes? -Le platico.
Te hablo de ella…
Bajo tu azul mirada sus ojos cristalinos reverberan.
Te hablo de ella…
En la profundidad su boca.
En la distancia su silueta inquieta.
Y el horizonte que se acerca cuando siento que me toca.
¿Me entiendes si te digo que mi boca saborea?
Mar, ¡qué hermosa es ella!
Pálida, en tu cuesta, una ostra
de coral se viste, se descubre y se recuesta,
y a lo lejos, con la bruma,
su aperlada orilla a mí me mira…
¿Qué dirá de mí?
En la arena, de hinojos, platicándote de ella…
¿Tú me entiendes que su rostro
es vitral de tu marea?
¿Que sus ojos son tu lejanía
y se dibujan resguardándose
en tu abultada cabellera?
Mar, ¡qué linda es ella!
Hay gotas que en la orilla,
tan sólo por sentirlas,
volatizan y sonrojan
y en sus labios se extasían.
Te platico que sus besos…
Mar, ¡hay besos como ella!
¿Tú me entiendes?
Murmura el mar…
Y me hinco ante su arena.

Saturday, April 7, 2012

Ahora, María Elena Wals

Ahora como un ángel apareces
y me rodeas sin decirme nada.
Ángel que yo cuidara tantas veces
sin saberlo, callada.

En todo lo que miro permaneces
como el aire feliz de la mirada.
Me parezco a tu ausencia y te pareces
a mí resucitada.

Porque viniste cuando me moría
a devolverme a vivas caridades;
porque mi noche muda se hizo día

por gracia de tu voz iluminada,
en esta eternidad con que me invades
yo que no era, soy tu enamorada.

María Elena Wals

Friday, March 2, 2012

A esa, a la que yo quiero..., Pedro Salinas

A esa, a la que yo quiero...

A esa, a la que yo quiero,
no es a la que se da rindiéndose,
a la que se entrega cayendo,
de fatiga, de peso muerto,
como el agua por ley de lluvia.
hacia abajo, presa segura
de la tumba vaga del suelo.
A esa, a la que yo quiero,
es a la que se entrega venciendo,
venciéndose,
desde su libertad saltando
por el ímpetu de la gana,
de la gana de amor, surtida,
surtidor, o garza volante,
o disparada -la saeta-,
sobre su pena victoriosa,
hacia arriba, ganando el cielo.