I
Es la tentación o el embriago de tenerte,
el deseo abisal de poseerte…
Y es que mi alma vive en tu presencia,
iluminándose debajo de tu pecho,
encima de tus labios, dentro de tu cuerpo.
Vivo en el sentido de tu sombra,
en la latitud glandular de tus aromas,
el iris nonato de tu vientre,
el espacio en que tu pecho
hace en mi pecho el elixir que me exalta
y no soporto tu ausencia
más allá de mi palabra.
II
Vas en busca de la vida
y te me escapas a ratos de las manos.
Entonces te busco:
voy a donde estés, a donde vayas,
a cruzarme en el paraje de la calle,
a defenderme del ruido ensordecedor
que silencian tus vocales,
a hablarte entre lámparas y avenidas.
Sé que estás ahí,
en alguna parte,
en la ciudad, en su bagaje,
y me decido a perseguirte
a donde vayas, donde estés, donde camines.
III
Iré por ti a donde quieras,
donde pises, donde cruces.
Iré escondido
en los ojos de las nubes a buscarte,
tras las correrías y las cercas a husmearte,
para susurrarte versos mientras
te devoras la mañana,
mientras tú ennobleces la ciudad entre sus faldas,
para acariciar la melodía en tu mirada.
Iré escondido entre los rabos de las nubes,
sigilosamente, para no despertar sospecha
y verte de reojo, para ver tus manos
agitando el viento que llega acariciando,
para devolverte un beso agitado
y que la nube me agazape
si me viese sonrojado.
IV
Ahí, donde estés,
entre el barullo y caminando,
en la ciudad, en lo cotidiano,
aquel susurro por las nubes,
aquel salmo enamorado
que se escucha por tu paso,
quizá sea yo:
escondido, flechado, agazapado,
susurrándote al oído,
besándote en los labios.
Salvador Pliego
(Mexicano - Contemporáneo)
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