Rubén Darío, andarás por ahí, en el cielo que tú pintaste más que nadie de «Azul»,
celebrando hoy tu cumpleaños, ciento cuarenta y seis tacos,
nicaragüense, periodista y diplomático, siempre sin una perra y sobre
todo poeta, tan grande, tan querido, tan admirado, tan aclamado, a este y
al otro lado, el tuyo, del Atlántico. Cantaste a la Vida y la Esperanza, verso a verso y sorbo a sorbo, y hasta Juan Ramón te tuvo aprecio, tan caro viniendo del Jenio de Moguer, aunque Juan Valera dijera que usted sufría un grave, gravísimo, galicismo mental.
Pero es su modernista cumpleaños, don Rubén Darío,
y por eso vamos a recordarle, también a sus cisnes, a sus musas, sus
princesas, a sus rosas, sus jardines y sus fuentes, sus amores, sus
adioses, sus clíos, euterpes, talías, eratos... Vamos pues, poeta, a por
sus versos...
AMOR
Amar, amar, amar, amar siempre, con todo
el ser y con la tierra y con el cielo,
con lo claro del sol y lo oscuro del lodo;
amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.
LAS MUSAS
No protestéis con celo protestante,
contra el panal de rosas y claveles
en que Tiziano moja sus pinceles
y gusta el cielo de Beatrice el Dante.
Por eso existe el verso de diamante,
por eso el iris tiéndese y por eso
humano genio es celeste progreso.
Líricos cantan y meditan sabios:
por esos pechos y por esos labios.
¡La mejor musa es la de carne y hueso!
LA CARNE
¡Carne, celeste carne de la mujer! Arcilla
-dijo Hugo-, ambrosía más bien, ¡oh maravilla!,
la vida se soporta,
tan doliente y tan corta,
solamente por eso:
roce, mordisco o beso
en ese pan divino
para el cual nuestra sangre es nuestro vino.
En ella está la lira,
en ella está la rosa,
en ella está la ciencia armoniosa,
en ella se respira
el perfume vital de toda cosa.
CISNES
El cisne en la sombra parece de nieve;
su pico es de ámbar, del alba al trasluz;
el suave crepúsculo que pasa tan breve
las cándidas alas sonrosa de luz.
Y luego, en las ondas del lago azulado,
después que la aurora perdió su arrebol,
las alas tendidas y el cuello enarcado,