Sunday, August 29, 2010
Volver a verte - Luis Eduardo Aute
Wednesday, August 25, 2010
Ahuyentemos el tiempo, amor..., Gioconda Belli
Ahuyentemos el tiempo, amor,
que ya no exista;
esos minutos largos que desfilan pesados
cuando no estás conmigo
y estás en todas partes
sin estar pero estando.
Me dolés en el cuerpo,
me acariciás el pelo
y no estás
y estás cerca,
te siento levantarte
desde el aire llenarme
pero estoy sola, amor,
y este estarte viendo
sin que estés,
me hace sentirme a veces
como una leona herida,
me retuerzo
doy vueltas
te busco
y no estás
y estás
allí
tan cerca.
que ya no exista;
esos minutos largos que desfilan pesados
cuando no estás conmigo
y estás en todas partes
sin estar pero estando.
Me dolés en el cuerpo,
me acariciás el pelo
y no estás
y estás cerca,
te siento levantarte
desde el aire llenarme
pero estoy sola, amor,
y este estarte viendo
sin que estés,
me hace sentirme a veces
como una leona herida,
me retuerzo
doy vueltas
te busco
y no estás
y estás
allí
tan cerca.
Monday, August 23, 2010
Abandonados, Gioconda Belli
Tocamos la noche con las manos
escurriéndonos la oscuridad entre los dedos,
sobándola como la piel de una oveja negra.
Nos hemos abandonado al desamor,
al desgano de vivir colectando horas en el vacío,
en los días que se dejan pasar y se vuelven a repetir,
intrascendentes,
sin huellas, ni sol, ni explosiones radiantes de claridad.
Nos hemos abandonado dolorosamente a la soledad,
sintiendo la necesidad del amor por debajo de las uñas,
el hueco de un sacabocados en el pecho,
el recuerdo y el ruido como dentro de un caracol
que ha vivido ya demasiado en una pecera de ciudad
y apenas si lleva el eco del mar en su laberinto de concha.
¿Cómo volver a recapturar el tiempo?
¿Interponerle el cuerpo fuerte del deseo y la angustia,
hacerlo retroceder acobardado
por nuestra inquebrantable decisión?
Pero... quién sabe si podremos recapturar el momento
que perdimos.
Nadie puede predecir el pasado
cuando ya quizás no somos los mismos,
cuando ya quizás hemos olvidado
el nombre de la calle
donde
alguna vez
pudimos
encontrarnos.
escurriéndonos la oscuridad entre los dedos,
sobándola como la piel de una oveja negra.
Nos hemos abandonado al desamor,
al desgano de vivir colectando horas en el vacío,
en los días que se dejan pasar y se vuelven a repetir,
intrascendentes,
sin huellas, ni sol, ni explosiones radiantes de claridad.
Nos hemos abandonado dolorosamente a la soledad,
sintiendo la necesidad del amor por debajo de las uñas,
el hueco de un sacabocados en el pecho,
el recuerdo y el ruido como dentro de un caracol
que ha vivido ya demasiado en una pecera de ciudad
y apenas si lleva el eco del mar en su laberinto de concha.
¿Cómo volver a recapturar el tiempo?
¿Interponerle el cuerpo fuerte del deseo y la angustia,
hacerlo retroceder acobardado
por nuestra inquebrantable decisión?
Pero... quién sabe si podremos recapturar el momento
que perdimos.
Nadie puede predecir el pasado
cuando ya quizás no somos los mismos,
cuando ya quizás hemos olvidado
el nombre de la calle
donde
alguna vez
pudimos
encontrarnos.
Sunday, August 22, 2010
El Velero Blanco, por Ramon Almagro
El Velero Blanco
Desde que era niño siempre tuvo el sueño,
que lo dio un barquito hecho de papel,
y fue desde entonces que quiso ser dueño
de del velero blanco y bogar en él,
no por los paisajes de cielos lejano
donde están las islas de hermoso coral
él solo soñaba sentarse en su barco
y por una brisa dejarse llevar.
Al pasar el tiempo se quedó en un sueño
como tantos sueños, su sueño de mar
nunca dijo nada, pues siempre temía
que si alguien sabía se fuera a burlar.
Hoy que ya está viejo, que nadie le ofrece
por sus pocas fuerzas un trozo de pan,
agarra la silla, esa que se mece,
y se va hasta el patio, buscando soñar,
en la vieja silla, se siente en el barco,
cerrando los ojos escucha la mar
y hasta hay una brisa...
que baja a sus labios
olas pequeñitas...
con sabor...
a sal...
Friday, August 20, 2010
Y Dios me hizo mujer, Gioconda Belli
Y Dios me hizo mujer
Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas
Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas
que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.
Gioconda Belli
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.
Gioconda Belli
Wednesday, August 18, 2010
Despedida, Jose Angel Buesa
Por un agua de hastío voy moviendo estos remos,
que pasan tanto al irme y tan poco al volver;
pero quizá un día no nos separaremos,
mujer mía y ajena, como el amanecer.
No importa que me quede ni importa que me vaya,
mientras pasan las nubes sin dejar de pasar,
porque tu corazón es igual que una playa,
que, pudiendo ser tierra, nunca llega a ser mar.
Tu amor nunca responde cuando mi amor te nombra;
tu amor, que sin ser mío, tantas veces perdí;
y yo empuño los remos y viajo hacia las sombras,
pues todo se hace sombra si estoy lejos de ti.
Filibustero loco tras el botín de un beso,
viajo por aguas tristes que me entristecen más;
pero tu amor es siempre camino de regreso,
mujer que nunca llegas y que nunca te vas.
Tu amor es un remoto país desconocido,
más allá del mañana, más allá del ayer;
y ya sólo recuerdo las veces que me he ido
recordando las veces que tuve que volver.
Hay virtudes tan tristes, que es mejor ser culpable,
y más si es una culpa de amor amarte así;
pero, si en nuestras vidas hay algo inevitable,
inevitable tú serás para mí.
Ya me duelen las manos de remar en mi hastío;
pero yo sé que un día dejaré de remar,
y he de mirar el mundo como si fuera mío,
y romperé los remos en la orilla del mar...
que pasan tanto al irme y tan poco al volver;
pero quizá un día no nos separaremos,
mujer mía y ajena, como el amanecer.
No importa que me quede ni importa que me vaya,
mientras pasan las nubes sin dejar de pasar,
porque tu corazón es igual que una playa,
que, pudiendo ser tierra, nunca llega a ser mar.
Tu amor nunca responde cuando mi amor te nombra;
tu amor, que sin ser mío, tantas veces perdí;
y yo empuño los remos y viajo hacia las sombras,
pues todo se hace sombra si estoy lejos de ti.
Filibustero loco tras el botín de un beso,
viajo por aguas tristes que me entristecen más;
pero tu amor es siempre camino de regreso,
mujer que nunca llegas y que nunca te vas.
Tu amor es un remoto país desconocido,
más allá del mañana, más allá del ayer;
y ya sólo recuerdo las veces que me he ido
recordando las veces que tuve que volver.
Hay virtudes tan tristes, que es mejor ser culpable,
y más si es una culpa de amor amarte así;
pero, si en nuestras vidas hay algo inevitable,
inevitable tú serás para mí.
Ya me duelen las manos de remar en mi hastío;
pero yo sé que un día dejaré de remar,
y he de mirar el mundo como si fuera mío,
y romperé los remos en la orilla del mar...
Tuesday, August 17, 2010
Hay Besos, Gabriela Mistral
Hay Besos
-para un amigo
que hoy
me ha hablado de besos-
Hay besos que pronuncian por si solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.
Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan solo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.
Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.
Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuántas rosas en broche han deshojado.
Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.
Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.
Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.
Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bocas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.
Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tu los conoces bien, son besos mios
inventados por mi, para tu boca.
Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.
Te acuerdas del primero...? indefinible;
cubrió tu faz de cardenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.
Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios.
te suspendí en mis brazos... vibró un beso,
y qué viste después...? Sangre en mis labios.
Yo te enseñé a besar: los besos frios
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos mios
inventados por mi, para tu boca.
Gabriela Mistral
-para un amigo
que hoy
me ha hablado de besos-
Hay besos que pronuncian por si solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.
Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan solo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.
Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.
Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuántas rosas en broche han deshojado.
Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.
Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.
Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.
Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bocas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.
Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tu los conoces bien, son besos mios
inventados por mi, para tu boca.
Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.
Te acuerdas del primero...? indefinible;
cubrió tu faz de cardenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.
Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios.
te suspendí en mis brazos... vibró un beso,
y qué viste después...? Sangre en mis labios.
Yo te enseñé a besar: los besos frios
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos mios
inventados por mi, para tu boca.
Gabriela Mistral
Monday, August 16, 2010
Friday, August 13, 2010
VITRAL DE MUJER SOLA, Yolanda Pantin
VITRAL DE MUJER SOLA
Se sabe de una mujer que está sola
porque camina como una mujer que está sola
Se sabe que no espera a nadie
porque camina como una mujer que no espera a nadie
Esto es
se mueve irregularmente y de vez en cuando se mira los zapatos
Se sabe de las mujeres que están solas
cuando tocan un botón por largo tiempo
Las mujeres solas no inspiran piedad
ni dan miedo
si alguien se cruza con ellas en mitad de la vereda
se aparta por miedo a ser contagiado
Las mujeres solas miran el paisaje
y se diría que son amantes
de las aceras/ de los entresuelos/ de las alcantarillas/ del subsuelo
de los subterfugios
Las mujeres solas están sobre la tierra al igual que sobre los árboles
les da igual porque para ellas es lo mismo
Las mujeres solas recitan parlamentos
estoy sola
y esto quiere decir que está con ella
para no decir que está con nadie
tanto se considera una mujer sola
Las mujeres solas hacen el amor amorosamente
algo les duele
y luego todo es más bien triste o colérico o simplemente amor
Estas mujeres se alumbran con linternas
van al detalle
saben donde se encuentra cada cosa
porque temen seguir perdiendo
y ya han perdido o ganado demasiado
Ellas no lo saben
porque van del llanto a la alegría
y a veces piensan en la muerte
También planean un largo viaje e imaginan encuentros posibles
Administran el dinero
compran legumbres
trabajan de 8 a 8
Si tienen hijos hacen de madres
son tiernas y delicadas
aunque muchas veces se alteren
un pensamiento recurrente es
ya no puedo ni un minuto más
Las mujeres solas tienen infinidad de miedos
terrores francamente nocturnos
los sueños de tales mujeres son
terremotos catástrofes sociales
Una mujer sola reconoce a otra mujer sola de forma inmediata
llevan el mismo cuello airado
lo cual no quiere decir que no quieran a nadie más que a sí mismas
esto es completamente falso
Lo cierto es que la casa de una mujer sola
está abierta a su antojo
Una mujer sola
no puede curar su soledad
porque nada está enfermo
se remedia lo curable
una gripe o un dolor de estómago
La mujer que piense que su soledad es curable
no es una mujer sola
es un estado transitivo entre dos soledades
infinitamente más peligrosas
Una mujer sola es una mujer acompañada
aunque de este hecho no se percate más que el zapato
al que mira con detenimiento
o el botón
que parece representar algo verdaderamente importante
como de hecho lo es
como los árboles o el cielo
sólo que el privilegio que deriva de semejante atención
es más bien propio de las almas temperadas al siguiente fuego:
id contigo
para estar con vosotros
Yolanda Pantin
Se sabe de una mujer que está sola
porque camina como una mujer que está sola
Se sabe que no espera a nadie
porque camina como una mujer que no espera a nadie
Esto es
se mueve irregularmente y de vez en cuando se mira los zapatos
Se sabe de las mujeres que están solas
cuando tocan un botón por largo tiempo
Las mujeres solas no inspiran piedad
ni dan miedo
si alguien se cruza con ellas en mitad de la vereda
se aparta por miedo a ser contagiado
Las mujeres solas miran el paisaje
y se diría que son amantes
de las aceras/ de los entresuelos/ de las alcantarillas/ del subsuelo
de los subterfugios
Las mujeres solas están sobre la tierra al igual que sobre los árboles
les da igual porque para ellas es lo mismo
Las mujeres solas recitan parlamentos
estoy sola
y esto quiere decir que está con ella
para no decir que está con nadie
tanto se considera una mujer sola
Las mujeres solas hacen el amor amorosamente
algo les duele
y luego todo es más bien triste o colérico o simplemente amor
Estas mujeres se alumbran con linternas
van al detalle
saben donde se encuentra cada cosa
porque temen seguir perdiendo
y ya han perdido o ganado demasiado
Ellas no lo saben
porque van del llanto a la alegría
y a veces piensan en la muerte
También planean un largo viaje e imaginan encuentros posibles
Administran el dinero
compran legumbres
trabajan de 8 a 8
Si tienen hijos hacen de madres
son tiernas y delicadas
aunque muchas veces se alteren
un pensamiento recurrente es
ya no puedo ni un minuto más
Las mujeres solas tienen infinidad de miedos
terrores francamente nocturnos
los sueños de tales mujeres son
terremotos catástrofes sociales
Una mujer sola reconoce a otra mujer sola de forma inmediata
llevan el mismo cuello airado
lo cual no quiere decir que no quieran a nadie más que a sí mismas
esto es completamente falso
Lo cierto es que la casa de una mujer sola
está abierta a su antojo
Una mujer sola
no puede curar su soledad
porque nada está enfermo
se remedia lo curable
una gripe o un dolor de estómago
La mujer que piense que su soledad es curable
no es una mujer sola
es un estado transitivo entre dos soledades
infinitamente más peligrosas
Una mujer sola es una mujer acompañada
aunque de este hecho no se percate más que el zapato
al que mira con detenimiento
o el botón
que parece representar algo verdaderamente importante
como de hecho lo es
como los árboles o el cielo
sólo que el privilegio que deriva de semejante atención
es más bien propio de las almas temperadas al siguiente fuego:
id contigo
para estar con vosotros
Yolanda Pantin
Thursday, August 12, 2010
Wednesday, August 11, 2010
Un cementerio que mira al Mar, Alfonsina Storni
Decid, oh muertos, ¿quién os puso un día
Así acostados junto al mar sonoro?
¿Comprendía quien fuera que los muertos
Se hastían ya del canto de las aves
Y nos han puesto muy cerca de las olas
Porque sintáis del mar azul, el ronco
Bramido que apavora?
Os estáis junto al mar que no se calla
Muy quietecitos, con el muerto oído
Oyendo cómo crece la marea, y aquel
Mar que se mueve a nuestro lado, es la
Promesa no cumplida, de una Resurrección.
El viento, en primavera, suavemente,
Desde la barca que allá lejos pasa,
Os trae risas de mujeres ... Tibio
Un beso viene con la risa, filtra
La piedra fría, y se acurruca, sabio,
En vuestra boca y os consuela un poco.
Pero en noches tremendas, cuando aúlla
El viento sobre el mar y allá a lo lejos
Los hombres vivos que navegan tiemblan
Sobre los cascos débiles, y el cielo
Se vuelca sobre el mar en aluviones,
Vosotros, los eternos contenidos,
No podéis más, y con esfuerzo enorme
Levantáis las cabezas de la tierra.
Y en un lenguaje que ninguno entiende
Gritáis: Venid, olas del mar, rodando,
Venid de golpe y envolvednos como
Nos envolvieron, de pasión movidos,
Brazos amantes. Estrujadnos, olas,
Movednos de este lecho donde estamos
Horizontales, viendo cómo pasan los
Mundos por el cielo, noche a noche.
Entrad por nuestros ojos consumidos,
Buscad la lengua, la que habló, y movedla,
¡Echadnos fuera del sepulcro a golpes!
Y acaso el mar escuche, innumerable,
Vuestro llamado, monte por la playa,
¡Y os cubra al fin terriblemente hinchado!
Entonces, como obreros que comprenden,
Se detendrán las olas y leyendo
Las lápidas inscriptas, poco a poco
Las moverán a suaves golpes, hasta
Que las desplacen, lentas, y os liberten.
¡Oh, qué hondo grito el que daréis, qué
Enorme grito de muerto, cuando el mar nos
Coja Entre sus brazos, y os arroje al seno
Del grande abismo que se mueve siempre!
Brazos cansados de guardar la misma
Horizontal postura; tibias largas,
Calaveras sonrientes: elegantes
Fémures corvos, confundidos todos,
Danzarán bajo el rayo de la luna
La milagrosa danza de las aguas.
Y algunas desprendidas cabelleras.
Rubias acaso, como el sol que baje
Curioso a veros, islas delicadas
Formarán sobre el mar y acaso atraigan
A los pequeños pájaros viajeros.
Alfonsina Storni
Así acostados junto al mar sonoro?
¿Comprendía quien fuera que los muertos
Se hastían ya del canto de las aves
Y nos han puesto muy cerca de las olas
Porque sintáis del mar azul, el ronco
Bramido que apavora?
Os estáis junto al mar que no se calla
Muy quietecitos, con el muerto oído
Oyendo cómo crece la marea, y aquel
Mar que se mueve a nuestro lado, es la
Promesa no cumplida, de una Resurrección.
El viento, en primavera, suavemente,
Desde la barca que allá lejos pasa,
Os trae risas de mujeres ... Tibio
Un beso viene con la risa, filtra
La piedra fría, y se acurruca, sabio,
En vuestra boca y os consuela un poco.
Pero en noches tremendas, cuando aúlla
El viento sobre el mar y allá a lo lejos
Los hombres vivos que navegan tiemblan
Sobre los cascos débiles, y el cielo
Se vuelca sobre el mar en aluviones,
Vosotros, los eternos contenidos,
No podéis más, y con esfuerzo enorme
Levantáis las cabezas de la tierra.
Y en un lenguaje que ninguno entiende
Gritáis: Venid, olas del mar, rodando,
Venid de golpe y envolvednos como
Nos envolvieron, de pasión movidos,
Brazos amantes. Estrujadnos, olas,
Movednos de este lecho donde estamos
Horizontales, viendo cómo pasan los
Mundos por el cielo, noche a noche.
Entrad por nuestros ojos consumidos,
Buscad la lengua, la que habló, y movedla,
¡Echadnos fuera del sepulcro a golpes!
Y acaso el mar escuche, innumerable,
Vuestro llamado, monte por la playa,
¡Y os cubra al fin terriblemente hinchado!
Entonces, como obreros que comprenden,
Se detendrán las olas y leyendo
Las lápidas inscriptas, poco a poco
Las moverán a suaves golpes, hasta
Que las desplacen, lentas, y os liberten.
¡Oh, qué hondo grito el que daréis, qué
Enorme grito de muerto, cuando el mar nos
Coja Entre sus brazos, y os arroje al seno
Del grande abismo que se mueve siempre!
Brazos cansados de guardar la misma
Horizontal postura; tibias largas,
Calaveras sonrientes: elegantes
Fémures corvos, confundidos todos,
Danzarán bajo el rayo de la luna
La milagrosa danza de las aguas.
Y algunas desprendidas cabelleras.
Rubias acaso, como el sol que baje
Curioso a veros, islas delicadas
Formarán sobre el mar y acaso atraigan
A los pequeños pájaros viajeros.
Alfonsina Storni
Tuesday, August 10, 2010
El dia que me quieras
El Dia Que Me Quieras
Acaricia mi ensueno
el suave murmullo
de tu suspirar,
como rie la vida
si tus ojos negros
me quieren mirar
y si es mio el amparo
de tu risa leve
que es como un cantar,
ella aquieta mi herida
todo todo se olvida.
El dia que me quieras
la rosa se engalana,
se vestira de fiesta
con su mejor color
y al viento las campanas
diran que ya eres mia
y locas las fontanas
se contaran su amor.
La noche que me quieras
desde el azul del cielo,
las estrellas celosas
nos miraran pasar.
Y un rayo misterioso
hara nido en tu pelo,
luciernaga curiosa
que vera que eres
mi consuelo.
===================================
El dia que me quieras tendra mas luz que junio;
la noche que me quieras sera de plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo
sus inefables cosas,
y habra juntas mas rosas
que en todo el mes de mayo.
Las fuentes cristalinas
iran por las laderas
saltando cantarinas
el dia que me quieras.
El dia que me quieras, los sotos escondidos
resonaran arpejios jamas oidos
Extasis en tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habra en mundo sera cuando me quieras.
Cojidas de la mano cual rubias hermanitas,
luciendo galas candidas, iran las margaritas
por montes y praderas,
delante de tus pasos, el dia que me quieras...
y si deshojas una, te dira su inocente
postrer petalo blanco: Apasionadamente!
Al reventar el alba del dia que me quieras,
tendran todos los treboles cuatro hojas agoreras,
y en el estanque, nido de germenes ignotos,
floreceran las misticas corolas de los lotos.
El dia que me quieras sera cada celaje
de "Las Mil y Una Noches", cada brisa un cantar,
cada arbol una lira, cada monte un altar.
El dia que me quieras para nosotros dos
cabra en un solo besos la beatitud de Dios.
Amado Nervo
Acaricia mi ensueno
el suave murmullo
de tu suspirar,
como rie la vida
si tus ojos negros
me quieren mirar
y si es mio el amparo
de tu risa leve
que es como un cantar,
ella aquieta mi herida
todo todo se olvida.
El dia que me quieras
la rosa se engalana,
se vestira de fiesta
con su mejor color
y al viento las campanas
diran que ya eres mia
y locas las fontanas
se contaran su amor.
La noche que me quieras
desde el azul del cielo,
las estrellas celosas
nos miraran pasar.
Y un rayo misterioso
hara nido en tu pelo,
luciernaga curiosa
que vera que eres
mi consuelo.
===================================
El dia que me quieras tendra mas luz que junio;
la noche que me quieras sera de plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo
sus inefables cosas,
y habra juntas mas rosas
que en todo el mes de mayo.
Las fuentes cristalinas
iran por las laderas
saltando cantarinas
el dia que me quieras.
El dia que me quieras, los sotos escondidos
resonaran arpejios jamas oidos
Extasis en tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habra en mundo sera cuando me quieras.
Cojidas de la mano cual rubias hermanitas,
luciendo galas candidas, iran las margaritas
por montes y praderas,
delante de tus pasos, el dia que me quieras...
y si deshojas una, te dira su inocente
postrer petalo blanco: Apasionadamente!
Al reventar el alba del dia que me quieras,
tendran todos los treboles cuatro hojas agoreras,
y en el estanque, nido de germenes ignotos,
floreceran las misticas corolas de los lotos.
El dia que me quieras sera cada celaje
de "Las Mil y Una Noches", cada brisa un cantar,
cada arbol una lira, cada monte un altar.
El dia que me quieras para nosotros dos
cabra en un solo besos la beatitud de Dios.
Amado Nervo
Casida de la mujer tendida, Federico García Lorca
Casida de la mujer tendida
Verte desnuda es recordar la Tierra.
La Tierra lisa, limpia de caballos.
La Tierra sin un junco, forma pura
cerrada al porvenir: confín de plata.
Verte desnuda es comprender el ansia
de la lluvia que busca débil talle
o la fiebre del mar de inmenso rostro
sin encontrar la luz de su mejilla.
La sangre sonará por las alcobas
y vendrá con espada fulgurante,
pero tú no sabrás dónde se ocultan
el corazón de sapo o la violeta.
Tu vientre es una lucha de raíces,
tus labios son un alba sin contorno,
bajo las rosas tibias de la cama
los muertos gimen esperando turno.
Federico García Lorca
Verte desnuda es recordar la Tierra.
La Tierra lisa, limpia de caballos.
La Tierra sin un junco, forma pura
cerrada al porvenir: confín de plata.
Verte desnuda es comprender el ansia
de la lluvia que busca débil talle
o la fiebre del mar de inmenso rostro
sin encontrar la luz de su mejilla.
La sangre sonará por las alcobas
y vendrá con espada fulgurante,
pero tú no sabrás dónde se ocultan
el corazón de sapo o la violeta.
Tu vientre es una lucha de raíces,
tus labios son un alba sin contorno,
bajo las rosas tibias de la cama
los muertos gimen esperando turno.
Federico García Lorca
Sunday, August 8, 2010
dos cuerpos, Eugenio Montejo
DOS CUERPOS
Cuántas veces, a tientas, en las noche,
Sueñan dos cuerpos fundirse en uno solo
Sin saber que al final son tres o cuatro.
Ocurre siempre ante el desnudo de la carne
y su ávido misterio:
de pronto un ojo extraño se abre en las almohadas,
cruzan labios volando por la niebla,
surgen intempestivas voces
de olvidados amantes.
Los espejos protegen a esos duendes
interpuestos en los jadeos
y los susurros.
Nada delata en las alcobas
sus crueles usurpaciones sentimentales.
Solamente la luna
sabe qué manos verdaderas se acarician,
qué rostros ríen detrás de las máscaras
y quiénes envueltos en la sombra
con pasos furtivos se reencuentran.
Solamente la luna que es redonda,
lenitiva y amarga.
Eugenio Montejo
Cuántas veces, a tientas, en las noche,
Sueñan dos cuerpos fundirse en uno solo
Sin saber que al final son tres o cuatro.
Ocurre siempre ante el desnudo de la carne
y su ávido misterio:
de pronto un ojo extraño se abre en las almohadas,
cruzan labios volando por la niebla,
surgen intempestivas voces
de olvidados amantes.
Los espejos protegen a esos duendes
interpuestos en los jadeos
y los susurros.
Nada delata en las alcobas
sus crueles usurpaciones sentimentales.
Solamente la luna
sabe qué manos verdaderas se acarician,
qué rostros ríen detrás de las máscaras
y quiénes envueltos en la sombra
con pasos furtivos se reencuentran.
Solamente la luna que es redonda,
lenitiva y amarga.
Eugenio Montejo
Saturday, August 7, 2010
Cancion, Eugenio Montejo
CANCIÓN
Cada cuerpo con su deseo
y el mar al frente.
Cada lecho con su naufragio
y los barcos al horizonte.
Estoy cantando la vieja canción
que no tiene palabras.
Cada cuerpo junto a otro cuerpo,
cada espejo temblando en la sombra
y las nubes errantes.
Estoy tocando la antigua guitarra
con que los amantes se duermen.
Cada ventana en sus helechos,
cada cuerpo desnudo en su noche
y el mar al fondo, inalcanzable.
Eugenio Montejo
Cada cuerpo con su deseo
y el mar al frente.
Cada lecho con su naufragio
y los barcos al horizonte.
Estoy cantando la vieja canción
que no tiene palabras.
Cada cuerpo junto a otro cuerpo,
cada espejo temblando en la sombra
y las nubes errantes.
Estoy tocando la antigua guitarra
con que los amantes se duermen.
Cada ventana en sus helechos,
cada cuerpo desnudo en su noche
y el mar al fondo, inalcanzable.
Eugenio Montejo
SUEÑOS, Argelia Pérez Ruiz
SUEÑOS
Sueño con estar contigo
recorrerte de norte a sur y de este a oeste
perderme en todos tus caminos
aparecer en tus labios para volverme a perder.
Dejarme llevar por los sentidos
Entregarme mansa y ardiente
Beber de todas tus fuentes
amarte como nunca lo has sido.
Extasiarme en cada pedazo de piel
Probar tu miel y tu vino
Tomar todo tu cariño
Y quedarme para siempre con él.
Sentir el fuego de tu boca
Y dejar escapar mi aliento
Saber que mi cuerpo te toca
Y entender que el tuyo tengo.
Y es que el amor realizado
Es la entrega de los tesoros
Es la convicción del que ha amado
que en el amor no está solo.
Argelia Pérez Ruiz
Sueño con estar contigo
recorrerte de norte a sur y de este a oeste
perderme en todos tus caminos
aparecer en tus labios para volverme a perder.
Dejarme llevar por los sentidos
Entregarme mansa y ardiente
Beber de todas tus fuentes
amarte como nunca lo has sido.
Extasiarme en cada pedazo de piel
Probar tu miel y tu vino
Tomar todo tu cariño
Y quedarme para siempre con él.
Sentir el fuego de tu boca
Y dejar escapar mi aliento
Saber que mi cuerpo te toca
Y entender que el tuyo tengo.
Y es que el amor realizado
Es la entrega de los tesoros
Es la convicción del que ha amado
que en el amor no está solo.
Argelia Pérez Ruiz
Friday, August 6, 2010
Y si no te vuelvo a oír…por Gustavo
Y si no te vuelvo a oír…
Quedarán tantas palabras tuyas y mías sin oír.
Tantas conversaciones apagadas con el ánimo infinito de encenderse.
Tantos sonidos, melodías que no habrán de entonarse.
Tantas llamadas no marcadas con el deseo perenne de iniciarse
Tantos poemas, versos, prosas inéditos de escucharse.
Y si no te vuelvo a ver…
Quedarán tantas imágenes perdidas sin mirarse.
Tantas siluetas dibujadas ocultas a la vista.
Tantas sonrisas no observadas.
Tantas miradas no miradas.
Y si no vuelvo a estar contigo…
Quedará sin mitigar tanta sed en nuestros labios.
Quedarán tantas caricias flotando sin contacto.
Quedará tu cintura vacía de mis manos.
Quedarán dos incendios distantes deseosos de encontrarse.
Quedará sin saciar tanto apetito de amar y ser amado.
Quedarán tantas palabras tuyas y mías sin oír.
Tantas conversaciones apagadas con el ánimo infinito de encenderse.
Tantos sonidos, melodías que no habrán de entonarse.
Tantas llamadas no marcadas con el deseo perenne de iniciarse
Tantos poemas, versos, prosas inéditos de escucharse.
Y si no te vuelvo a ver…
Quedarán tantas imágenes perdidas sin mirarse.
Tantas siluetas dibujadas ocultas a la vista.
Tantas sonrisas no observadas.
Tantas miradas no miradas.
Y si no vuelvo a estar contigo…
Quedará sin mitigar tanta sed en nuestros labios.
Quedarán tantas caricias flotando sin contacto.
Quedará tu cintura vacía de mis manos.
Quedarán dos incendios distantes deseosos de encontrarse.
Quedará sin saciar tanto apetito de amar y ser amado.
Thursday, August 5, 2010
Tuesday, August 3, 2010
Miguel Hernández -5
Quizá ahora estamos en condiciones de mirarlo como fue y de leer de verdad su poesía, más allá de los pocos poemas que algunos recordamos todavía, los que se hicieron célebres en la resistencia y en la primera transición. El trabajo acumulado de los biógrafos -Agustín Sánchez Vidal, José Luis Ferris, Eutimio Martín- nos permite un conocimiento sólido de una vida demasiado breve y mucho más rica en pormenores y resonancias que cualquier estereotipo: la vida no de un inocente, ni de un buen salvaje exótico, ni la de un santo, sino la de un hombre que sobreponiéndose a circunstancias terribles logró hacer de sí mismo aquello que soñó desde que era un chaval pastoreando cabras: un poeta y un hombre en la plenitud de su albedrío.
En una literatura tan pudibunda y tan temerosa de lo sentimental como la española, él escribió sin reparo sobre el deseo sexual, sobre su ternura masculina de esposo y de padre. Su mejor poesía política conserva una fuerza de belleza y rebeldía que la hace muy superior a la de Neruda. Neruda no habría escrito jamás, por ejemplo, El tren de los heridos. Le faltaba empatía verdadera hacia los seres humanos, y no había compartido sus padecimientos.
Neruda se declaró siempre maestro de Hernández, y sin duda lo fue en algún momento, pero yo tengo la sospecha de que el Canto General le debe a Vientos del pueblo mucho más de lo que el propio Neruda habría estado dispuesto a reconocer. En Miguel Hernández lo más íntimo y lo más político, la emoción privada y la arenga pública, se conjugan más estrechamente que en ningún otro poeta. Y en el Cancionero y romancero de ausencias, la hondura y el despojo provocan un estremecimiento que es el de las cimas más solitarias de la literatura, el del Libro de Job y las Coplas de Jorge Manrique y François Villon y Fray Luis de León y la Balada de la cárcel de Reading y Antonio Machado. Toda retórica ha sido abolida, todo rastro de amaneramiento.
Los versos tienen a veces una impersonalidad desnuda de poesía popular, de letra flamenca o de romance antiguo; en ellos se nota la doble sombra triste de Machado y de Lorca, los otros dos poetas aniquilados por la guerra:
En una literatura tan pudibunda y tan temerosa de lo sentimental como la española, él escribió sin reparo sobre el deseo sexual, sobre su ternura masculina de esposo y de padre. Su mejor poesía política conserva una fuerza de belleza y rebeldía que la hace muy superior a la de Neruda. Neruda no habría escrito jamás, por ejemplo, El tren de los heridos. Le faltaba empatía verdadera hacia los seres humanos, y no había compartido sus padecimientos.
Neruda se declaró siempre maestro de Hernández, y sin duda lo fue en algún momento, pero yo tengo la sospecha de que el Canto General le debe a Vientos del pueblo mucho más de lo que el propio Neruda habría estado dispuesto a reconocer. En Miguel Hernández lo más íntimo y lo más político, la emoción privada y la arenga pública, se conjugan más estrechamente que en ningún otro poeta. Y en el Cancionero y romancero de ausencias, la hondura y el despojo provocan un estremecimiento que es el de las cimas más solitarias de la literatura, el del Libro de Job y las Coplas de Jorge Manrique y François Villon y Fray Luis de León y la Balada de la cárcel de Reading y Antonio Machado. Toda retórica ha sido abolida, todo rastro de amaneramiento.
Los versos tienen a veces una impersonalidad desnuda de poesía popular, de letra flamenca o de romance antiguo; en ellos se nota la doble sombra triste de Machado y de Lorca, los otros dos poetas aniquilados por la guerra:
Písame,/
que ya no me quejo./
Ódiame,/
que ya no lo siento./
No me olvides/
que aún te recuerdo/
debajo del plomo/que embarga mis huesos.
Demasiado viene durando ya la espera. Ahora que va a hacer un siglo que nació ha llegado el tiempo de leer a Miguel Hernández.
Por ANTONIO MUÑOZ MOLINA
Sunday, August 1, 2010
Miguel Hernández -4
Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos...
Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos,
que son dos hormigueros solitarios,
y son mis manos sin las tuyas varios
intratables espinos a manojos..
No me encuentro los labios sin tus rojos,
que me llenan de dulces campanarios,
sin ti mis pensamientos son calvarios
criando nardos y agostando hinojos.
No sé qué es de mi oreja sin tu acento,
ni hacia qué polo yerro sin tu estrella,
y mi voz sin tu trato se afemina.
Los olores persigo de tu viento
y la olvidada imagen de tu huella,
que en ti principia, amor, y en mí termina.
Provocaba incomodidad, cuando no abierto rechazo. Rafael Alberti en verso y María Teresa León en prosa le atribuyen sin demasiados eufemismos un olor poco adecuado para las cercanía sociales. García Lorca no se presentaba en una casa si sabía que Miguel Hernández estaba en ella. Llamó por teléfono a Aleixandre con la intención de ir a visitarlo, y al enterarse de la presencia de Hernández no se contuvo: "Échalo".
De todo aquel grupo, sólo él conoció de primera mano el trabajo manual, sólo él pasó hambre al llegar a un Madrid en el que se le cerraban todas las puertas y en el que daba vueltas por las calles con el estómago vacío y con una carpeta de versos mecanografiados bajo el brazo, esperando a ser recibido por alguien importante, esperando a que apareciera en un periódico una entrevista prometida, a que le llegara un giro con algo de dinero que le permitiese prolongar un poco más la espera. Llegó la guerra y también fue él quien la conoció de cerca y de verdad, por decisión propia.
Para entonces había empezado a disfrutar algo de lo tanto tiempo esperado, la visibilidad que le trajo la publicación de El rayo que no cesa, celebrado públicamente nada menos que por Juan Ramón Jiménez en el diario El Sol, lo cual equivalía a una consagración. En la guerra, Miguel Hernández entra en posesión de todas sus mejores facultades como poeta y como militante político, pero también en eso lo acompañan el malentendido y la leyenda, la dificultad de encajar en los estereotipos de nadie. Su evolución política no es menos chocante que la rapidez de su maduración literaria: en 1935 aún escribía poemas y conatos de autos sacramentales influidos por el catolicismo entre místico y fascista de su amigo Ramón Sijé; en septiembre de 1936 es miembro del Partido Comunista y cava trincheras recién alistado en el Quinto Regimiento.
Pero tampoco cuadra, ni física ni metafóricamente, en la fotografía canónica de los poetas comprometidos con la causa republicana: vive con los soldados en los frentes, no en los despachos de la Alianza de Intelectuales. Y cuando en 1939 todo se derrumba, él se queda vagando en la intemperie de Madrid mientras casi todos los demás encuentran el camino del exilio. No hubo plaza en ningún avión ni pasaporte de última hora para quien había puesto su vida entera, su nombre y su literatura al servicio de la República; para quien no podría esperar clemencia de los vencedores ni tampoco esconderse en el anonimato.
Demasiado inocente o demasiado aturdido por la derrota, elige la peor huida posible y va a meterse él solo en la boca del lobo. Como Lorca buscando refugio en Granada, Miguel Hernández regresa con cabezonería suicida a su pueblo y a la cercanía de su mujer y su hijo, y en septiembre de 1939, ni siquiera con 29 años cumplidos, cae en la red de las cárceles y los procesos sumarísimos para no salir ya nunca. Nadie mejor que los paisanos y los convecinos de uno para abatirlo a traición con la quijada de Caín. El trato que recibe de los vencedores -civiles, militares, eclesiásticos- revela la catadura de un régimen construido expresamente sobre la venganza de clase. Miguel Hernández es el retrato robot del vencido, el enemigo perfecto.
Pero su martirio real no nos exime de la necesidad de mirar su figura completa como escritor y como hombre, que es mucho más rica que todos los estereotipos levantados sobre ella. Vivió en su tiempo, no en el nuestro. Hizo poemas a la Virgen María y también los hizo a Stalin. Cuando la cultura predominante en España era la antifranquista, Miguel Hernández fue elevado a un altar en el que convenía que destacara la parte más combativa de su obra, el estatuto de poeta voluntariamente popular que él asumió con todas las de la ley en los años de la guerra y que culmina en Vientos del pueblo; también, aunque en menor medida, en El hombre acecha, donde tan visible como la militancia política es el desaliento por la carnicería y la destrucción que ya duran demasiado, el puro espanto ante lo peor de la condición humana:
Se ha retirado el campo /
al ver abalanzarse /
crispadamente al hombre.
Pero en la ansiosa modernidad de los años ochenta, de pronto, ya no había sitio para Miguel Hernández: los mismos rasgos que habían contribuido a su consagración ahora lo volvían anacrónico. En un país donde no hay actitud intelectual más celebrada que el desdén, nada era más fácil de repente que desdeñar a Miguel Hernández: había que ser cosmopolitas, y él resultaba demasiado autóctono; neuróticamente urbanos, y Hernández parecía demasiado rural; adictos a las modas capilares e indumentarias, y él permanecía congelado en su cabeza rapada y sus ropas de pana. En una época, los años ochenta, en la que estaba de moda despreciar con un mohín a Antonio Machado, Miguel Hernández tenía algo de antigualla embarazosa. No era un poeta: era una letra de canción anticuada.
Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos,
que son dos hormigueros solitarios,
y son mis manos sin las tuyas varios
intratables espinos a manojos..
No me encuentro los labios sin tus rojos,
que me llenan de dulces campanarios,
sin ti mis pensamientos son calvarios
criando nardos y agostando hinojos.
No sé qué es de mi oreja sin tu acento,
ni hacia qué polo yerro sin tu estrella,
y mi voz sin tu trato se afemina.
Los olores persigo de tu viento
y la olvidada imagen de tu huella,
que en ti principia, amor, y en mí termina.
Provocaba incomodidad, cuando no abierto rechazo. Rafael Alberti en verso y María Teresa León en prosa le atribuyen sin demasiados eufemismos un olor poco adecuado para las cercanía sociales. García Lorca no se presentaba en una casa si sabía que Miguel Hernández estaba en ella. Llamó por teléfono a Aleixandre con la intención de ir a visitarlo, y al enterarse de la presencia de Hernández no se contuvo: "Échalo".
De todo aquel grupo, sólo él conoció de primera mano el trabajo manual, sólo él pasó hambre al llegar a un Madrid en el que se le cerraban todas las puertas y en el que daba vueltas por las calles con el estómago vacío y con una carpeta de versos mecanografiados bajo el brazo, esperando a ser recibido por alguien importante, esperando a que apareciera en un periódico una entrevista prometida, a que le llegara un giro con algo de dinero que le permitiese prolongar un poco más la espera. Llegó la guerra y también fue él quien la conoció de cerca y de verdad, por decisión propia.
Para entonces había empezado a disfrutar algo de lo tanto tiempo esperado, la visibilidad que le trajo la publicación de El rayo que no cesa, celebrado públicamente nada menos que por Juan Ramón Jiménez en el diario El Sol, lo cual equivalía a una consagración. En la guerra, Miguel Hernández entra en posesión de todas sus mejores facultades como poeta y como militante político, pero también en eso lo acompañan el malentendido y la leyenda, la dificultad de encajar en los estereotipos de nadie. Su evolución política no es menos chocante que la rapidez de su maduración literaria: en 1935 aún escribía poemas y conatos de autos sacramentales influidos por el catolicismo entre místico y fascista de su amigo Ramón Sijé; en septiembre de 1936 es miembro del Partido Comunista y cava trincheras recién alistado en el Quinto Regimiento.
Pero tampoco cuadra, ni física ni metafóricamente, en la fotografía canónica de los poetas comprometidos con la causa republicana: vive con los soldados en los frentes, no en los despachos de la Alianza de Intelectuales. Y cuando en 1939 todo se derrumba, él se queda vagando en la intemperie de Madrid mientras casi todos los demás encuentran el camino del exilio. No hubo plaza en ningún avión ni pasaporte de última hora para quien había puesto su vida entera, su nombre y su literatura al servicio de la República; para quien no podría esperar clemencia de los vencedores ni tampoco esconderse en el anonimato.
Demasiado inocente o demasiado aturdido por la derrota, elige la peor huida posible y va a meterse él solo en la boca del lobo. Como Lorca buscando refugio en Granada, Miguel Hernández regresa con cabezonería suicida a su pueblo y a la cercanía de su mujer y su hijo, y en septiembre de 1939, ni siquiera con 29 años cumplidos, cae en la red de las cárceles y los procesos sumarísimos para no salir ya nunca. Nadie mejor que los paisanos y los convecinos de uno para abatirlo a traición con la quijada de Caín. El trato que recibe de los vencedores -civiles, militares, eclesiásticos- revela la catadura de un régimen construido expresamente sobre la venganza de clase. Miguel Hernández es el retrato robot del vencido, el enemigo perfecto.
Pero su martirio real no nos exime de la necesidad de mirar su figura completa como escritor y como hombre, que es mucho más rica que todos los estereotipos levantados sobre ella. Vivió en su tiempo, no en el nuestro. Hizo poemas a la Virgen María y también los hizo a Stalin. Cuando la cultura predominante en España era la antifranquista, Miguel Hernández fue elevado a un altar en el que convenía que destacara la parte más combativa de su obra, el estatuto de poeta voluntariamente popular que él asumió con todas las de la ley en los años de la guerra y que culmina en Vientos del pueblo; también, aunque en menor medida, en El hombre acecha, donde tan visible como la militancia política es el desaliento por la carnicería y la destrucción que ya duran demasiado, el puro espanto ante lo peor de la condición humana:
Se ha retirado el campo /
al ver abalanzarse /
crispadamente al hombre.
Pero en la ansiosa modernidad de los años ochenta, de pronto, ya no había sitio para Miguel Hernández: los mismos rasgos que habían contribuido a su consagración ahora lo volvían anacrónico. En un país donde no hay actitud intelectual más celebrada que el desdén, nada era más fácil de repente que desdeñar a Miguel Hernández: había que ser cosmopolitas, y él resultaba demasiado autóctono; neuróticamente urbanos, y Hernández parecía demasiado rural; adictos a las modas capilares e indumentarias, y él permanecía congelado en su cabeza rapada y sus ropas de pana. En una época, los años ochenta, en la que estaba de moda despreciar con un mohín a Antonio Machado, Miguel Hernández tenía algo de antigualla embarazosa. No era un poeta: era una letra de canción anticuada.
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